La ola

23ºC. 19:30 h. de la tarde de un día de agosto. Bajo del coche. Camino por el aparcamiento con mis tacones que avisan a cualquiera de que estoy llegando. Irradia el sol. Huele a mar. Las olas rompen en las rocas. Hace un poco de aire pero nada que no se pueda soportar. Mis nervios recorren mi ser, pero estoy acostumbrada y juego a que no se note. Busco cualquier cosa que me entretenga un poco la mente. Y la gente va llegando, unas personas se saludan, otras simplemente se unen a la conversación. Tú y yo no nos comunicamos. Te veo, te llevo viendo un par de horas y, joder, qué guapo. No sé cómo no te he visto antes, pero ahora solo puedo verte a ti. Seguimos en grupo, hablamos todos, pero no tú y yo a solas. Uno de tus amigos trae una caña para ti y otra para mí. Me miras, te miro. Contacto visual. ¿Cómo pueden decir tanto unos ojos en tan poco tiempo? En esa pausa del mundo los dos apartamos la mirada, y ya no nos miramos más. Nos evitamos. Ha sido algo incómodo. Hacía tiempo que alguien no despertaba esas sensaciones. Me arde todo el cuerpo, creo que no estoy preparada. Me cambio de grupo. Hablo de otras cosas, lo que sea para olvidarme de esos ojos. Pero no funciona. Pasan los minutos. Te vuelvo a mirar. ¿Por qué me atraes tanto? Me enredo en cualquier persona y tema de conversación para no mirarte más. Pero me sale mal, y nos ponemos en círculo. Estás en frente, rodeado de muchas personas, pero solo te veo a ti. Contacto visual de nuevo. Me tienes. 


0 Comentarios