Pandemia (IV)
Entre despedidas y andenes, llegaste tú. No estabas para bromas, tampoco para esperas, y yo llevaba esperando ya demasiada vida, un poco más no me iba a incomodar. Me pareció egoísta que tuviera que ser ya, de cualquier manera, con tal de que fuera. En una décima de segundo, ahí plantado, decidiste complicarte la vida conmigo mientras yo seguía con la mente en otra parte. Poco a poco trazaste tu camino y me hiciste perder el mío.
En tu cabeza todo tenía sentido, pero yo ni siquiera tenía una oportunidad para aportar mi opinión al respecto. Tú tan de lo convencional, yo tan de lo antisistema. Tú tan de San Valentín y yo de adorar despertarme sola cada día. Tú de mensajes 24/7 y yo de apagar el móvil cada vez que recibía un mensaje. Nosotros, tan opuestos y, sin embargo, con tantas ganas de destruirnos. Sabías que no pegábamos ni con cola, que los polos opuestos no se atraen pero había algo dentro de mí que se resignaba a aceptarlo, no podía ser todo tan malo.
No digas esa frase, por favor. La acabas de decir. ¿Por qué has cambiado de opinión en tan poco tiempo sabiendo cuales eran las condiciones? La espada y la pared. Me resigno a darte la razón y te llevo la contraria. Ya he estado aquí más veces, conozco el final.
0 Comentarios