
Felicità
Nueve y media de la noche de un día cualquiera y no paro de sonreír como una idiota por tu culpa. Me haces bien, como hacía tiempo no me hacía sentir nadie. Me siento rara pero a la vez genial, genial gracias a ti. Tú tienes la culpa de todo.
Podría llamarlo desliz, error o, tal vez, acierto. Sea lo que sea ha llegado como un huracán, te comportaste como nunca antes otro y para qué negarlo, me sorprendió, has barrido todo lo que había a tu paso y lo has dejado todo vacío, vacío de heridas y cicatrices que había por algún lado, aunque no se viesen. Has conseguido entretenerme con nada y con todo, has convertido cosas pequeñas en grandes cosas y aunque no lo entiendas no necesito encontrar a otro teniéndote a ti.
Todos nos empeñamos en buscar la felicidad absoluta y eso nos hace equivocarnos de lugar, cosa o persona. Aparece cuando y donde menos la esperamos. No se esconde, está ahí todo el tiempo pero nos empeñamos en no verla porque es demasiado obvia. Era una noche cualquiera, una noche más y yo solo buscaba emborracharme más que la noche anterior. La gente iba como yo, con la misma idea de beber para olvidar o para no recordar, que al fin y al cabo sigue siendo lo mismo. Veía gente cansada, aburrida, deseosa por salir y olvidar las vidas tan absurdas que tenían. Yo tampoco me sentía mucho mejor que ellos, tampoco quería ver más allá de lo que ya conocía.
Nada distinto a ese ambiente nocturno y olvidadizo parecía que me fuese a deparar ninguno de los bares por los que deambulaba. Entré en esa discoteca, como cada noche de fin de semana y de pronto, crucé mi mirada con la de un DJ que lo daba todo por animar a gente vacía, al que parecía que no le importaba nada más que pinchar la música perfecta para cada momento; me sonrió. Vi unos dientecillos grandes y una mirada que decía demasiado. Y me invadió tal sentimiento de incertidumbre de pies a cabeza, que sentí todos los huesos de mi cuerpo moverse y a cada músculo de mi cuerpo sonreír por encontrar algo diferente, algo en lo que no me había fijado antes. Tal vez la clave para encontrar la felicidad sea precisamente dejar de buscarla.
Después de eso ambos sabemos que pasó, algo se accionó y yo me fijé en ti y tú en mí, no creo que solo te fijaras en mí esa noche, porque entiendo tu mundillo y lo que eso significa, pero a mí me has dado y enseñado mucho y ya han pasado algo más de siete meses.
Una vez me dijiste «Algún día nos reiremos de todo esto». Qué tópico. Tenemos fecha de caducidad, los dos lo sabemos pero me resigno a aceptarlo. Me resigno a saber que en medio año serás un capítulo más de este libro que hace tiempo que ya ha aprendido a pasar página más pronto que tarde. Has sabido marcar un antes y un después en mi vida, date por satisfecho. Entiendo que estés a años luz, yo tampoco quiero vivir una vida de persona adulta cuando aún estoy saliendo de los pañales, pero… Sabes cómo hacerlo, sabes cómo llevarlo. Sabes ser tú en todo momento, conozco tus puntos débiles, tus mejores sonrisas, la cara que pones cuando estás dormido. Sé que cantas cuando estás contento y que te gustan los cariñitos pero no las empalagosidades. Sé de ti hasta cierto punto, hasta dónde me dejas. Sé de sobra que no he llegado más lejos que nadie en tu vida, pero tampoco me lo he propuesto, es algo que ha ido sucediendo, un cúmulo de cosas bajo una esfera armónica que sabe como hacer una perfecta sintonía.
No creo en el amor, nunca he creído y no vas a ser tú el que me haga creer en ello, pero te quiero; no con todas las letras del abecedario pero si con las suficientes, y a pesar de que nuestros caminos se bifurquen siempre quedará algo de ti en mí. Por eso te digo que pensemos en el hoy, en el ahora y que nos dejemos de lo que va a pasar el mes que viene, vive ahora, vive conmigo. Quiero de ti tus risas, tus abrazos, tus besos.
Hasta donde podamos.
0 Comentarios