Perfórame el tímpano.


Sé que hay muchas cosas que no entiendes de mí, que a veces desesperas intentando entenderme, que más de una vez has querido que me callase y dejase de ser tan cría, que no me soportas y que a la vez no te quieres separar de mí, que no soportas que me monte mis propias pelis y no tenga narices a decírtelo, comportándome como una desconocida y haciendo que se tambalee tu estabilidad emocional. 

Sé que la he cagado un montón de veces, tal vez más de las que tú te hayas dado cuenta; que hago cosas que te sacan de quicio y te cabrean, aunque sea sin querer; que nunca tengo el don de la oportunidad y que soy la persona más arisca cuando menos lo necesitas; que pido cariño y parece que no doy nada a cambio; que voy gritando libertad por cada esquina que encuentro pero que no dejo a los demás el espacio que necesitan. 

Pero para, deja todo lo que estés haciendo, coge aire y sigue leyendo. Hace veinte años no sabía ni hablar, ni andar ni querer. Ahora escribo y a veces hasta se entiende lo que quiero decir. También ando, me dejo ver por antros una noche cualquiera y por maravillas del patrimonio que no dejan de ser antros pero vistos desde otra perspectiva. En lo que se refiere a querer, no sé si sé querer o no... Me han dado besos y los he rechazado, me han dicho que me querían y he mirado para otro lado sin contestar porque no sabía realmente que era eso, y he tardado algo más de dos décadas en aprender el patrimonio de la humanidad que supone querer a alguien y que te quieran. 

Me has enseñado tú. No por quererte voy a ser mejor persona, ni me darán un premio a la persona más empalagosa de la faz de la tierra, y mucho menos saldré en la prensa por el mérito que eso supone. Pero teniendo en cuenta la sociedad en la que vivimos, creo que ya es mucho. Y no es que solo lo crea yo, es que a nadie le gusta la soledad y todo el mundo va mendigando amor, aunque no sepan ni a quién se lo piden, por lo que muchas veces les sale rana. Todos nos aferramos a alguien y no siempre se aferra la persona que queremos a nosotros. Y yo no necesito aferrarme a diez mil hombres diferentes a lo largo de mi vida. En realidad no sé a cuantos me aferraré, pero ahora mismo con uno me vale. Y me vale con aprobar esta asignatura con un sobresaliente alto, todos los años que pueda cursarla, hasta que me echen de la carrera.

No es una declaración de amor, o no era esa mi intención. Tampoco son palabras vacías que te pueda llegar a decir cualquiera. Es un susurro en tu oreja que espera erizarte la piel y entrar de lleno a tu corazón que en resumen dice algo así como «Quiéreme bien». Y si te apetece responder a mi susurro, estaré encantada de que me perfores el tímpano.





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